domingo, 31 de julio de 2011

La nada



Ignoro el alcance del poder de las palabras, no sé hasta dónde ayudan o son suficientes. Sin embargo, voy restándole importancia o eficacia a ese poder. Hacen lo que pueden las palabras, llegan hasta donde son oídas. Y poco más. Últimamente las veo en retirada triste, cabizbajas, considerando una rendición tan definitiva como inesperada hace unos años...cuando las palabras eran un ejército y no lo que son ahora, una pandilla malhadada y superviviente.
Los últimos coletazos de las palabras.
Si sólo hay palabras, no hay nada. Mejor constatarlo cuanto antes para que el desencanto que va a llegar suponga un sufrimiento menor. No te vayas, dicen unas palabras. Tengo que hacerlo, responden otras. Entre ambos grupos de palabras hay un espacio donde el tiempo avanza sobre el desgarro y la ternura. Pero avanza. Esa es la realidad. Lo demás, lo del desgarro y la ternura, sólo son palabras.
A veces he regalado palabras que hicieron feliz a alguien. Ahora las empaqueto como hacía entonces, pero no culmino el trabajo con un lazo y una sonrisa. No. Las empaqueto y escribo encima de la caja empaquetada otras palabras que son una dirección hacia la nada en la que quiero que residan las palabras que van dentro.
Si sólo hay palabras, no hay nada. Lo dice alguien que mantiene una buena relación con ellas, quien jamás les guardó rencor y nunca pagó con daño devuelto el daño que varias palabras le hicieron. Y le hacen. Y seguiré sin vengarme. Si algo soy es buena persona. Eso vale tanto como las palabras. Nada. La nada en la que me muevo. La nada en la que deseo que habiten todas las palabras que he ido acumulando a través de estos años que ahora desembocan en tus ojos y tus abrazos. La nada que tengo.
De la nada, nada sale...decían los viejos griegos. Tenían razón. La Filosofía podría haberse detenido ahí, donde comenzó. Si damos con una verdad, continuar es un sinsentido.
Y aquí estoy. Usando palabras que quiero descartar. Sin palabras llegar a la palabra (qué lejos, qué improbable)...escribió Cortázar. Él lo sabía, pero también vivió enredado. Un laberinto es la construcción humana más abominable.
Y aquí estoy, donde siempre, donde las palabras me miran desconcertadas. Las estoy retando. Es un juego inútil. Estoy perdido. Nada tengo que no sea las palabras que no quiero tener. Me vendría bien un pequeño asomo de locura, lo justo para cambiar palabras de su lugar natural y, con ello, obviar el sentido de frases tan simples como el mecanismo de un yoyó. Que, por cierto, simple será, pero soy incapaz de manejarlo.
Entre la torpeza y el miedo busco la primera salida dentro de un laberinto que es cruel y es enrevesado y es mezquino y es injusto y es doloroso y procuro que no sea falaz ni tramposo ni imposible ni hiriente ni mortal. Voy recogiendo trozos de hilo que se rasgaron en esquinas afiladas. Intento orientarme, pero parezco a merced de drogas que intercambian muros y dimensiones. Hay palabras escritas en las paredes, pero ya no me detengo a leerlas. Mi sentido de la orientación nunca sacó buena nota en los exámenes que pasó. Menos ahora, cuando el sentido es una palabra y nada más y la orientación otra palabra y nada más.
Qué bien escribo, ¿verdad? La mayoría de mi textos, si no todos, son muy buenos. ¿Y? ¿De qué me sirve? ¿Hasta dónde me llevan o me han traído? ¿Ha llegado la hora de dejarlo? No. En el interior del laberinto siempre necesito ponerme a escribir. Julio Cortázar me mira profundamente desde la portada de un libro, primer tomo de sus Obras Completas. ¿Por qué escribir, Julio? ¿Hacia dónde me lleva? ¿Por qué abro cada mañana un folio en blanco? Te leo al azar, mi querido argentino, y me dices...así andaban, Puch and Judy, atrayéndose y rechazándose como hace falta si no se quiere que el amor termine en cromo o en romanza sin palabras. Pero el amor, esa palabra...
¿Escribir? ¿Para qué? Las palabras se rompen tras chocar en el delta donde han desembocado mis años, allí donde tus ojos y tus abrazos.
Nunca pensé que llegaría a odiar a las palabras.
Creo que nunca pensé. No sé cómo se hace eso. Y así, entre torpezas y miedos, voy cayendo en la cuenta de que no soy nada.
Y seguiré escribiendo mientras mi soledad cae como la noche lo hace sobre la tuya.

jueves, 28 de julio de 2011

Ante todo seriedad...

Juanmita, miarma, un poquito de seriedad en el trabajo...que así te hacen luego el caso que te hacen tu queridos subordinados.

Besos para todos.

jueves, 21 de julio de 2011

Parricidio


Disculpen si hiero su sensibilidad con imágenes tan crudas e impactantes como este intento de parricidio que, finalmente, no fructificó. La realidad puede ser así de fría. Nuestra misión es denunciar actos como éste. Desde aquel día, miro a ambos lados de la calle varias veces antes de cruzarla, contemplo la posibilidad de contratar a un guardaespaldas y hago que otros prueben mi comida en primer lugar.

No hay que fiarse....

Besos para todos.

lunes, 11 de julio de 2011

A menudo los hijos...








Se llevan bien




¿Nos hacemos una foto haciendo el tonto, papi?

Un besito de amor

¿Quiénes son todos estos que están mirando, papi?


¿Crees que así seré la más guapa de la fiesta?


Hola, papi, aquí viendo la vida pasar...tranquilito


Vale, vale, Adela, lo que tú digas...faltaría más


¿Sabes, papi? Voy a hacer lo mismo que tú: pasar de todo


Pues sí que se está bien así, pasando...


Que me descojono, vaya...


Sin comentarios


Nada, nada...sin comentarios


De fiesta en el colegio


- ¿Nos vamos, hermana?
- Nos vamos, hermano


Besos enormes para todos, mis queridos habitantes de bloguilandia...