miércoles, 29 de septiembre de 2010

De los sueños y la Voluntad I



Mediado primero de bachillerato, conoció el mundo mi primer y único éxito literario. Acaeció en clase de Lengua y Literatura, bajo la mirada de mi añorada profesora Teresa López, tan comunista ella, tan roja, tan de la época. Un buen y bendito día nos dio trabajo para casa. Debíamos continuar una redacción cuya primera frase recuerdo tal cual si la estuviera escribiendo tras los dos puntos que enseguida vienen. Ahora: Estaba sentado en mi habitación cuando de pronto…
Todos mis compañeros activaron el resorte de su imaginación y, con ella en ebullición, llegaron a sus textos invasiones extraterrestres, terremotos y meteoritos que iban a caer causando algún pequeño roto como la destrucción del mundo y cosas así. No conservo el texto que yo escribí. Pero sí recuerdo cómo principiaba. Lo recuerdo tal cual si lo estuviera escribiendo tras los dos puntos que enseguida vienen. Ahora: no sucedió nada. A partir de ahí, elaboré mi primer relato existencialista. Estaba sentado en mi habitación cuando de pronto no sucedió nada.
En aquel texto, el escritor que estaba sentado en la primera frase se levantó del sillón en la segunda, se asomó a la ventana y, a partir de ahí, describió la calle que tenía bajo su mirada. Que era la mía. Ya contaminada, pero todavía con esperanzas de curación. Un relato cotidiano sobre la nada que sucede, sobre el todo que somos. Un relato inventado porque si hubiera tenido que escribir lo que veía desde mi ventana real habría entrado en ese momento en una depresión.
Teresa López destacó en clase aquella redacción. Lo hizo un día en el cual yo no estaba en clase. Una gripe inoportuna había causado mi primera baja escolar. Cuando volví, ya recuperado (obviamente), Teresa sacó de su maletín mi redacción y me pidió que la leyera en voz alta. La analizó luego, la alabó, me felicitó.
Desde entonces, no hago más que recibir felicitaciones por mis escritos. Es normal. Escribo tela de bien.
Desde entonces, también, no hago más que soñar. Nadie me felicita por mis sueños porque nadie sabe de ellos salvo las teclas de mi ordenador, las que van dando forma a las palabras soñadas. Ellas y ellos, teclas y sueños, me enredan, me entretienen, me engañan y conforman. Las quiero y los quiero en la misma medida que las odio y los odio.
Luego me queda, por el ángulo muerto del retrovisor, una vieja amiga cuya vida es independiente de la mía a pesar de que encontró habitanza en mi interior: la voluntad. Tan débil en mi caso que muchas veces pongo en duda su existencia. Es absolutamente anarquista, ajena a mis órdenes, cuando quiero darme cuenta, y me pongo a buscarla, recibo alguna postal suya en mi buzón. Sé entonces que se me fue de vacaciones, a un todo incluido de esos.


(Y mañana, o en los días venideros, continuará esta historia. La cual, pienso, alguna razón de ser ha de tener y hacia algún sitio me conducirá. Por ahora no lo sé. Quizá sueñe con ello. Quizá mi voluntad no dé para mucho más. O sí. Confiaré en el poder de la palabra)

miércoles, 15 de septiembre de 2010

My way...



¿Desde cuándo no me acerco a ti? ¿Cuántos días hace que ando por ahí perdido, enredado? ¿Por qué te he dado de lado si tanto me gusta tenerte cerca, acariciarte a medias entre el descaro y el respeto, mostrarte mi cara más tierna y luego, inmediatamente, la más salvaje? ¿Qué soy yo si dejo de ser lo que soy? ¿Quién coño me he creído? ¿De qué voy?

Se acabó la broma. Aquí me tienes. Desnudo ante ti, como siempre me he presentado. Sin secretos, sin miedos, sin otra cosa mejor que hacer. ¿Cómo? ¿Pensabas que todo se acabó? ¿Que me había marchado para siempre? Mira, está bien que te enojes conmigo, lo merezco, pero sabes de sobra que olvidarte es imposible. Y a quien no olvida sólo le cabe una opción: estar.

Estoy, por tanto. ¿No me ves? De alguna manera, soy otro, alguien que va aprendiendo a soportar al que siempre es. Aquí estoy, contigo, queriéndote de un modo desmesurado, sin medidas ni dimensiones, sin fronteras, leyes veces a incluso sin, con una pasión que torna continuamente en inundación, entre libros y ese pitillo que siempre queda encendido en el cenicero, solo ante ti, mirándote cara a cara, descubriéndote otra vez, necesitándote y acudiendo con urgencias, con deseos de amante desesperado, eternamente principiante y, empero, sabiendo de tus secretos, de tus laberintos, de tus escondrijos y enredos, de la textura de tus brazos cuando se abren de par en par y me reciben, me acogen, me cuidan, me recuerdan y añoran, me matan, me resucitan.

¿No me ves? Sí, soy yo. He vuelto para quedarme, nada soy sin ti. Nada quiero ser si no me quedas a mano. Gracias, querido idioma, por esperarme. Gracias por entender que, en algunas ocasiones, ando por el mundo a mi manera...

Vengo algo sucio. Dame permiso, por favor, para darme un baño en cada una de tus palabras. Las necesito como el agua y el aire. Imploro por ellas. Las eché de menos. Veo que me las ha cuidado bien. Prometo que sabré agradecértelo, aunque sé que nunca me pedirás nada a cambio.

Es el amor. Quien lo probó lo sabe.

martes, 14 de septiembre de 2010

Pequeñas intimidades...



Mis queridos habitantes de bloguilandia:

Vuelvo a la normalidad bloguera tras varios días de despiste o escaqueo blogueril. Hoy, poquito a poco, me he ido poniendo al día en cada uno de los blogs amigos (no en todos, pero casi). Gracias por todos vuestros comentarios en mi entrada anterior (y sí, Manuela, mi Lolita y Domingo son habituales en los desayunos del bar Alegría...con lo cual sería él el niño que te llamó la atención. Seguro).
Me fui de viajecito con Lola y mis niños y ahora practico el no hacer nada. Pronto concluirán mis vacaciones, pero continúo en ellas.
Sin embargo, hasta ayer mismo no descansé del todo. Desde hace unos meses estoy en pleno intento de cambiar de trabajo. He participado en un proceso de selección que me ha llevado hasta el final, hasta la última de las pruebas selectivas que han sido requeridas. Todas las fui pasando decentemente. La de ayer fue una entrevista personal. Último tramo antes de saber si he conseguido mi propósito o no.
No sé si me salió bien. Es difícil valorar eso y, además, soy terriblemente exigente conmigo mismo. Siempre, absolutamente siempre, tiendo a pensar que lo podía haber hecho mejor. En verdad, con sinceridad lo digo, creo que la de ayer ha sido prueba no superada. Qué le vamos a hacer.
El cambio de trabajo que anhelo no es perentorio desde un punto de vista económico. Estoy en la misma empresa (que casi considero mía, que la llevo dentro porque ayudé a construirla -literalmente- desde sus cimientos) desde hace once años y no parece, toco madera, que vaya a faltarme trabajo en los venideros. Estoy allí, además, codo con codo con mi Lola (lo cual firmaría hasta el día de mi jubilación).
El problema es otro. Es mi horario laboral: de 16:00 h a 0:00 h, con algún que otro fin de semana incluido cada mes y con algún que otro festivo a lo largo del año (me he comido las uvas de Nochevieja en el trabajo en cinco ocasiones...y las que me quedan). Mi vida está plenamente adaptada a ese horario que, por otra parte, me gusta mucho. Pero mi gordito ha comenzado el colegio (con pucheritos a la hora de ir, ay) y esas son palabras mayores. Necesitamos estar con él por las tardes, ayudarlo en sus tareas nuevas, acompañarlo en las actividades extra escolares, en fin, todo eso. Si esta oportunidad que se me presentó no cuaja, habrá que intentarlo por otro camino. Mi hijo comienza a necesitarnos casi tanto como siempre lo hemos necesitado Lola y yo a él.
Me cogéis en horas pelín bajas. Tengo la impresión de no haber estado a la altura en la entrevista de ayer. Mal asunto, no dejo de pensar en ello. No dejo de caer en la cuenta de cosas que no dije. Quizá no tuve el día. A lo mejor confiaba demasiado en mí mismo.
En fin, mantendré la esperanza. Informaré puntualmente.
Poco más tengo hoy que escribir. Me hubiera gustado regresar con otro ánimo, pero no lo tengo.
Y cuidado, que no quiero dar impresión equivocada. Que todo bien, ¿eh?, que no hay tristezas ni depresiones ni nada de nada. Todo bien. Lo único es que no sé como dar fin a esta entrada y empiezo a dejarme llevar por las palabras, esas que tanta compañía son capaces de hacer, de darnos. Al final, lo único que me pasa es que sólo quiero esto, escribir, y así no vamos a ningún lado.
Pero soy feliz durante ese recorrido hacia ningún lugar...

jueves, 9 de septiembre de 2010

Algo...

Algo guapa y gitana sí que es...


Algo guapo él también. Y lo sabe. Y posa...

Algo tendría pendiente con alguna chica...

Algo de tranquilidad tenemos en ocasiones...

Algo está liando su hermano...

Algo miran...

Algo no le cuadra...
Algo tendré que beber de vez en cuando...

viernes, 3 de septiembre de 2010

Poquito tiempo, pero algo es algo...












Pues nada, que voy a estar por ahí, por esas fotos, durante unos días...

Dejo la puerta abierta y besos sobre la mesa para quien vaya entrando.

Tómense lo que quieran durante mi ausencia.

Están en su casa....

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Y a seguir...



Mis queridos habitantes de bloguilandia:

Se me hace mayor. Le he quitado los pañales y ha aprendido a hablar. Lo hace, además, con sinceridad, sin miedos ni tapujos, con descaro y respeto hacia cada una de las palabras que ha aprendido y se atreve a usar.

Ha tenido momentos cumbres y otros de bajón. Incluso ha estado parado en un par de ocasiones. El de ahora, es un momento tranquilo y dulce.

Ignoraba en sus principios los caminos que iba a recorrer, por dónde deambularía y hacia qué lugares. Nunca ha mentido, eso lo puede proclamar con claridad. Sí, claro que sí, a veces fabula. Pero fabular y mentir no son la misma cosa. Al diccionario remito a quien no lo vea así. Fabular es crear desde la nada y mentir es un acto que necesita un punto de partida: una verdad que la mentira pretende trastocar, darle la vuelta como un calcetín, para a su vez presentarse ante el mundo como otra verdad. La mentira procura vestirse de verdad y, claro, nos hacemos un lío.

Pero no es el caso. Hubo mucho de verdad, mucho de fabulación y nada de mentira. Cosa distinta no puedo decir.

Su autor, poquito a poco, aprendió a dominarlo. No es reseñable como hazaña tal hecho: su uso es sencillo. Pero el autor presume de ello porque es bien sabida su torpeza con la informática y sus derivados.

¿Lo mejor de todo? Los amigos que desde el principio vinieron, los que se sumaron, los que se suman. Los que están y no están, los que escriben y los que no lo hacen.

A todos, en su nombre, doy las gracias. Para todos reparto besos deslizantes en nombre de mi blog.

Y es que hoy cumple dos años.

Ay, que se me va haciendo mayor...