La noche del diez de marzo de dos mil cuatro, Lola y yo dormíamos en pecado. La radio, como no, encendida sobre la mesita de noche (cuando Lola y yo, por cierto, decidimos vivir juntos sólo puse una condición: no tendremos televisión en nuestro dormitorio porque, allí, tiene que imperar la radio. Bueno, fueron dos las condiciones. La segunda fue: no quiero para la cama, ya se ve que todas mis condiciones tenían como telón de fondo la coyunda, un edredón nórdico, me gusta la acumulación de mantas y cobertores; una de ellas, que ésa era la condición, ha de ser la que me regaló mi abuela cuando yo tenía cinco o seis añitos, que la conservo intacta y que me ha acompañado allá donde he ido. Hoy arropa a mi hijo esa manta que, dicho sea de paso, es bastante hortera). Pasadas las siete de la mañana, día once, la radio comenzó a dar las primeras noticias, colmadas de datos confusos y, sin embargo, ya tan desgarradoras como alarmantes: atentados terroristas en los Cercanías de Madrid. Desperté a Lola, escuchamos atónitos y, aunque teníamos que entrar a trabajar a las cuatro de la tarde, nos presentamos a las nueve y media de la mañana.
Desde esa hora, y hasta las doce de la noche, estuve atendiendo el teléfono de información de RENFE, que era nuestro trabajo –común, ya lo saben. Lola, mi jefa-. La primera llamada que recibí fue para darnos el pésame. Casi todas las demás comenzaban con una excusa por llamar en semejantes circunstancias, pero resulta que la vida continuaba y la gente necesitaba conocer horarios y coger trenes en La Coruña, en Murcia o en Badajoz. Hubo otras llamadas, la minoría aunque no pocas, que llamaban exigiendo con vehemencia la devolución del importe de los billetes comprados para trenes que no podían salir. Estaban en su derecho, no digo lo contrario, pero no me digan que no hay que ser un mal nacido para pensar en eso justo en el momento en el cual España había sido tocada por la tragedia. Les puedo asegurar que he sido, durante varios años, un teleoperador colmado de educación y amabilidad, pero recuerdo que aquel día, a un señor que protestaba airado por esto que les vengo contando –la devolución, inmediata, de su dinero- y al que no pude convencer para que pasara por la estación tras unos días (entre varios motivos, porque las Fuerzas de Seguridad lo tenían todo acotado y nadie podía acceder), le tuve que decir literalmente: “Disculpe, señor, pero la circulación en Madrid está interrumpida para que los trenes no pisen los cadáveres que hay sobre las vías”. Y colgó sin decirme nada más. Las llamadas más difíciles fueron las de familiares angustiados que procuraban alguna información sobre hijos o novias que iban en esos trenes, a quienes llamaban y llamaban a móviles que no eran contestados. Las llamadas más terribles tocaron a los compañeros que ya estaban de turno cuando sucedieron los atentados: llamaban personas desde el interior de los trenes bombardeados, algunos compañeros escucharon qué cosa es el horror. Luego, en nada, el barrido policial eliminó la cobertura. Todo fue silencio allí. Silencio respetado por todos los ciudadanos, a salvo nuestros inestimables políticos, tanto de las izquierdas como de las derechas, durante los días posteriores. Demostraron, esos seres, quiénes son, qué son: reptiles abotargados por la mezquindad.
Por desgracia, me han tocado varios accidentes ferroviarios en mi trabajo. ¿Recuerdan el choque de un TALGO y un Mercancías en Chinchilla? Yo prefiero no acordarme. Ningún día, es obvio, ha sido tan dramático ni duro en mi trabajo como el once de marzo de dos mil cuatro.
Entre los olvidos y los recuerdos hay hechos inclasificables. El dolor no los deja descansar en paz en cualquiera de esas dos opciones. No son libres los olvidos, tampoco los recuerdos.
Mi memoria es lo suficientemente bondadosa como para permitir que, en su interior, cohabiten y coincidan, beban y duerman juntos, los olvidos imposibles y los recuerdos necesarios. O viceversa: los olvidos necesarios y los recuerdos imposibles. En cualquier caso, soy poco más que lo que nace de la conjunción de ambos.
jueves, 11 de marzo de 2010
11 de marzo, entre 2004 y 2010
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11 comentarios:
Estremecedor tu relato. Repugnantes los políticos.
Un abrazo.
Pues sí, estremecedor, y luego lo del tipo queriendo que le devolvieran el dinero, ay, Dios... En fin, Juanma, me acuerdo del día y llamando a mucha gente que cogían el tren, muy triste. Y no sabemos al final casi nada de esto. Un abrazo fuerte ¡y nos vemos!
Fueron días imposibles de borrar y rabia contenida imposible de evitar.
Me gustó mucho volver a pasar por aquí y ver lo bien que sigues y lo en forma que estás.
Un beso Juanma.
¡¡¡Marí, Mari, levanta...mira, mira lo que nos están haciendo...¡¡¡ Así, con el alma en un puño, me levanté aquella mañana...para encontrarme con un horror ...
Luego...las sirenas de las ambulancias...y el posterior silencio en Madrid, durante días. La inmensa tristeza en la gente.
Y recuerdo el desconcierto,el absoluto desconcierto ante las informaciones del Gobierno.
La idea de que Eta hubiera puesto una bomba en el Pozo del Tío Raimundo, una barriada de Madrid, obrera, sindicalista, de izquierdas, humanista, ...y no ya en la barriada, en el tren de los obreros que van a trabajar...era desconcertante...y la pregunta era ¿Eta nos había declarado la guerra a los trabajadores?
Luego las informaciones que se suceden...gente que llama de todas partes...desde Inglaterra nos llega la primera noticia de que habían sido los islamistas ...más desconcierto...
Otegui se desvincula del atentado y lo CONDENA ...(Hace pocos días, a preguntas de uns juez sobre si "condenaba la violencia de ETA" no contestó y ha sido condenado).
Las noticias llegan, una detrás de otra, de que ha sido un grupo islamista. ....
El gobierno sigue insistiendo en la autoría de ETA....
Mientras nadie sabe cuantas víctimas hay...las sirenas de las ambulacias siguen sonando ...
Madrid, a pie...Madrid conmocionada...
No había forma de descargar la rabia y la ira ¿contra quién? ¿contra el Bin Landen..?...era absurdo.
Yo creo que habiamos odiado tanto a ETA esa mañana...que nos quedamos vacios al saber la autoría real...
Luego, la indignación frente a las mentiras del gobierno....la indignación ante el intento de aplazar las elecciones...la indignación de Almodovar...
Ese es mi recuerdo resumido de aquel día, y los posteriores.
Hay mucha gente que tiene otros recuerdos.
Gente que sigue pensando que´aquel atentado fué obra de ETA. Gente que sigue pensando que fué obra de una conspiración oculta...Gente que piensa que aquel atentado fué causa directa de nuestra participación en la Guerra de Irak, y culpan a Aznar...
Las víctimas, y sus familias,...su dolor...y el cariño y solidaridad de toda la gente de bien, es lo que debemos recordar.
Y ya sabes,mi querido Juanma, yo soy optimista y siempre busco el lado positivo de las cosas....
Un terrorista busca hacer daño indiscriminado para producir terror indiscriminado....Los islamistas no lo consiguieron ...hicieron daño, muchísimo daño...pero su tremendo atentado, siempre será recordado, no por producir terror y pánico en la población, sino por la actuación del GOBIERNO DE AZNAR, aferrado a la autoría de ETA...para intentar no perder las elecciones (para unos)...y en la PERDIDA DEL PODER de forma injusta (algunos dicen incluso que ilegal)...como piensan otros.
También existe otra valoración positiva, ....el civismo de los españoles, ...no haciendo tonterias ni amenazas, ni ningún tipo de actuación arbitraria, contra personas de religión musulmana....
Muchos besos amigo.
Perdí un compañero esa mañana.No llegó al instituto. Recuerdo que mi niño, que tenía tres años, se puso muy malito y en urgencias de aquella noche todos llorábamos.En fin recuerdo muchas cosas pero sé que lo importante , como dice mangeles, fue el civismo, y la solidaridad y la convicción común de que, desde el gobierno, nos estaban mintiendo.
Llovía, de eso también me acuerdo.
Y no puedo evitar pensar el horror que debe ser vivir eso cada día, y pongo las noticias y alguien lo está viviendo.
Besos, tristes.
Me has dejado de piedra.
Un abrazo
Yo entonces vivía en Toledo. la familia de Luis, en Madrid. Y alguno de ellos maquinista de Renfe... Imagina mi día...
Mis hermanos debían pasar por Atocha para ir a trabajar. Yo estaba embarazada de mi hijo -de hecho nació 11 días después de este horror- y por esas fechas daba clases de auxiliar de clínica. Pasé un calvario hasta que conseguí hablar con todos ls míos y saber -¡¡qué egoísta!!- que estaban todos bien... pero me quedé horrorosamente pasmada por lo brutal de tanta pérdida y por el horror del que es capaz el ser humano... Si hubiera vivido en mi Vallecas natal me habría ido allí a ayudar, a echar una mano como enfemera, lo que fuera.
El ser humano es capaz de cosas muy hermosas, pero también de lo más espantoso y repugnante.
Besos miles, Juanma. Besos miles a todos.
Asumo, con permiso, el comentario de Ridao.
Abrazo, amigo
Al leer tu entrada he sentido un escalofrio por todo mi cuerpo al recordar las ímagenes que toda España vimos y vivimos.
Esos atentados, como otros muchos son muy difíciles de olvidar y aunque creamos que ya lo hemos olvidado siempre permaneceran en nuestra memoria.
Besos
Siempre, en los malos momentos, aprendemos de qué madera están hechas las personas, ese día, pudimos ver de qué están hechos muchos que nos rodean y es un espectáculo desagradable. Sobre lo de la mantita, te entiendo bien Juanma. El cariño a un objeto querido, no mira atrás en el tiempo ni en el aspecto, total, si eso no importa. Besos mil.
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