Ha sido sencillo el traslado. No he necesitado ayuda ni tampoco me ha dado quebraderos incómodos. Concordaron, acaso por primera vez, la lujuria y la pereza. La primera hizo que me moviera con rapidez, casi con ansiedad; la segunda se ocupó de que nada me importara.
¿Y los libros?: los he dejado atrás, sorprendidos por esta separación tranquila, sin que mediara discusión. Sólo me despedí de algunos clásicos que me enseñaron a respirar.
¿Y la cacharrería de la cocina?: aquí debo confesar que las cacerolas, y todo el árbol genealógico que conforma su familia, se han sentido aliviadas, en espera de una mayor suerte y un mejor uso por quien le toque sobre ellas con el mandil.
¿Y el sofá? ¿y la cama? ¿y la mesa?: consideré que habían cumplido con suficiencia su misión.
¿Y los cuadros?: bah, nunca me gustaron.
¿Y el ordenador para escribir eso que llamo novela?: bueno, quizá lo eche de menos. Pero siempre me quedará aprender el oficio de juglar.
¿Y la ropa?: nada como ir desnudo. Lo recomiendo.
¿Y el móvil?: por ahí andará, esperando que alguien lo mueva. Al fin y al cabo, siempre se sorprende cuando recibe una llamada. Lo dejaré disfrutar.
¿Y la música?: la llevo en mi memoria.
¿Y los juegos?: prescindibles. Además, nunca se olvidó de mí el azar.
¿Y el coche?: para nada me sirve ya. Mi nueva casa queda según se sale del mundo, donde no llega la carretera.
¿Y la radio?: ay, tendré que acostumbrarme.
¿Y los sueños?: conmigo se han venido. Tomaron el color de mi piel para que nadie los notara.
Y nada más me hace falta para el traslado. Me he mudado. Ahora vivo en la sonrisa de mi hija.
¿Y los libros?: los he dejado atrás, sorprendidos por esta separación tranquila, sin que mediara discusión. Sólo me despedí de algunos clásicos que me enseñaron a respirar.
¿Y la cacharrería de la cocina?: aquí debo confesar que las cacerolas, y todo el árbol genealógico que conforma su familia, se han sentido aliviadas, en espera de una mayor suerte y un mejor uso por quien le toque sobre ellas con el mandil.
¿Y el sofá? ¿y la cama? ¿y la mesa?: consideré que habían cumplido con suficiencia su misión.
¿Y los cuadros?: bah, nunca me gustaron.
¿Y el ordenador para escribir eso que llamo novela?: bueno, quizá lo eche de menos. Pero siempre me quedará aprender el oficio de juglar.
¿Y la ropa?: nada como ir desnudo. Lo recomiendo.
¿Y el móvil?: por ahí andará, esperando que alguien lo mueva. Al fin y al cabo, siempre se sorprende cuando recibe una llamada. Lo dejaré disfrutar.
¿Y la música?: la llevo en mi memoria.
¿Y los juegos?: prescindibles. Además, nunca se olvidó de mí el azar.
¿Y el coche?: para nada me sirve ya. Mi nueva casa queda según se sale del mundo, donde no llega la carretera.
¿Y la radio?: ay, tendré que acostumbrarme.
¿Y los sueños?: conmigo se han venido. Tomaron el color de mi piel para que nadie los notara.
Y nada más me hace falta para el traslado. Me he mudado. Ahora vivo en la sonrisa de mi hija.