domingo, 21 de septiembre de 2008

El peligro de la palabra

Las palabras, sí, pueden herir. Acabo de saber que mi futuro hijo será una niña. Estoy feliz, soy feliz, quería una niña. Un embarazo está lleno de lugares comunes, todos decimos siempre lo mismo: "no te pongas tacones", "no comas jamón", "si la cara de la madre es así es niña y si es asá es niño", bla, bla, bla. Y el lugar común más frecuente, que es donde voy: "da igual que sea niño o niña, lo importante es que venga bien". Por supuesto que es importante, sobre todo por el bebé, porque nosotros, los padres, lo querremos de cualquier modo. ¿O no?
Pero las palabras son peligrosas. ¿Qué pasa si no "viene bien"? ¿Qué significa eso: que "viene mal"? ¿Con defecto de fábrica, digamos? ¿Un niño que nace, por ejemplo, con Síndrome de Down o con alguna discapacidad es un niño que ha venido mal? Que alguien me lo explique bien antes de que me cabree, por favor. Es más, ni siquiera estoy de acuerdo en que unos padres tengan que redoblar su esfuerzo cuando el bebé nace con alguna discapacidad: el esfuerzo de unos padres, al ser infinito, es siempre suficiente. Pensar así es discriminar a un niño antes de que nazca.
Los niños, por cierto, no vienen: llegan. Y lo hagan como lo hagan, nos inundan con su luz. Se dice que un niño recién nacido ve la luz, pero no, la luz la vemos nosotros cuando aparecen. Lola y yo veremos la luz de Adela dentro de unos meses.
Ah, que la niña viene bien...tranquilos todos.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Memes

Sevillana me lanza el reto de elegir las catorce cosas que más me gustan. Como me advierte que casi todos los blogueros han participado ya del juego y, además, como este blog es un blog-bebé, casi me dispensa de tener que elegir a otros seis amigos que continúen...en fin, que aquí van mis catorce "memes" (casi mejor sin pensarlo mucho, ¿verdad?)
  1. De un modo absolutamente incomparable con los trece puntos restantes: Lola, mi hijo y su hermanito o hermanita que viene de camino.
  2. La radio.
  3. La literatura.
  4. El vino tinto.
  5. Escribir.
  6. La soledad (este punto es innegociable e irrenunciable).
  7. El esfuerzo de mis padres por darme una educación.
  8. Los amigos.
  9. El mar, siempre el mar.
  10. Y el tren, siempre el tren.
  11. La Madrugá en Sevilla.
  12. El Carnaval en Cádiz.
  13. Las canciones de Serrat (también innegociables).
  14. Las canciones de Triana.

Y como os pasa a casi todos...qué bueno descubrir que la lista se hace corta.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Pensando...



Vuelvo de mis vacaciones con ganas de entrar en mi blog, de escribir, de volveros a encontrar. Pienso qué decir, de qué hablar. Mi hijo ha descubierto el mar, le ha dado miedo. Yo vi el mar, por primera vez en mi vida, con unos catorce años. Recuerdo que ya lo vi desde el autobús, según íbamos llegando. Luego, junto a él, ya en la orilla, supe que no había ido al mar, sino que el mar había venido a mi vida, la había inundado...se inauguraba, entre el mar y yo, una relación de amor que además, por razones que ya contaré o no, es platónica. A mi hijo le ha dado miedo, pero el miedo es necesario, es una buena señal: el miedo es el principio de cualquier relación de amor.
¿No habéis sentido miedo antes de amar? El miedo es un motor, incluso un buen aliado (como el paso del tiempo, otro buen aliado). He llegado a un pacto con el miedo: yo le ofrecí no maltratarlo, él me dio la garantía de no tener miedo al miedo.
No sé por qué os cuento todo esto, sólo pienso, me dejo llevar por mis manos, intento volverme transparente y dejo que el idioma me traspase. He escrito sobre el miedo como lo pude hacer sobre estrellas que veo desde mi ventana, sobre la soledad, sobre vosotros que tanta alegría me dais con vuestras visitas, sobre el mundo y sus mezquindades, sobre la vida y sus bondades. Pero ya digo que voy tecleando sin pensar, casi sin mirar (que para eso aprendí mecanografía antes de conocer el mar), dejándome ir porque lo único que quería era volveros a saludar.

sábado, 6 de septiembre de 2008

La radio


A veces no sabemos si nuestros primeros recuerdos son, efectivamente, momentos recordados o los recrea la memoria tras que alguien nos haya contado qué hacíamos cuando niños, cuando apenas si teníamos un lenguaje balbuciente, entrecortado, que íbamos adquiriendo en la cuna tras el arrullo de una nana o bajo el beso cálido de alguien que, de pronto, veíamos aparecer. Mis primeros recuerdos van unidos a una radio encendida. Necesito siempre, en mi vida, una radio cercana, una voz melosa o seductora que me hable del mundo. Hay locutores y locutoras (algunos ya fallecidos y otros en plena forma) que en mi vida tienen la categoría de héroes o mitos. No colecciono nada y pocas veces son las que me dejo llevar por la irracionalidad, pero sí soy mitómano, admiro a la gente que hace bien aquello que me gusta. Entre mis recuerdos radiofónicos tengo a "La saga de los Porretas" (curiosísimo nombre visto desde la distancia), "El tío Pepe y su sobrino", la radionovela "Lucecita". También me ha dado la radio momentos que mejor olvidar, pero irán apareciendo en otra ocasión, en otra de estas pequeñas historias que conforman mi blog.
Me alegra descubrir que me visitáis, me leéis, es como si sintonizárais el dial en el que hablo. Cada blog es una pequeña emisora. Este mío nace, por ejemplo, a raíz de "la radio de los blogueros", gran idea veraniega de Fernando García Haldón, Teresa Puig y Carlos Ortiz, periodistas de Punto Radio. Permitidme que os aconseje que escuchéis, cada día, en Punto Radio, "Protagonistas Sevilla", de 12:00 a 14:00. De lunes a viernes lo dirige Cristóbal Cervantes, los sábados está dirigido por Fernando García Haldón.
En fin, la radio, siempre la radio...

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Lola



Lola es mi esposa. Su llegada a mi corazón, puso orden en mi cabeza. Tiene un perfil egipcio, un carácter fuerte, un cerebro privilegiado para las matemáticas, una mirada limpia y una capacidad que envidio: cuando mira hacia atrás, al pasado, suele ver sólo lo bueno que le ha ocurrido. No viene al caso la historia, pero Lola ha vencido, literalmente, en duelo cara a cara y a pecho descubierto, a la Muerte (que venía la puñetera con su guadaña recién afilada y esa ropa negra tan fea que se pone)...y eso imprime carácter. Yo entonces no la conocía, ignoraba que había una jovencita de catorce años intentando sobrevivir en una cama de hospital y que, quince años más tarde, aquella jovencita ya transformada en mujer iba a tender, sobre mi vida, una red que la salvara de los triples saltos mortales que yo iba dando.
Llevamos ocho años viéndonos veinticuatro horas diarias: vivimos juntos (obviamente, modernidades las precisas), pero también trabajamos codo con codo. Y no, no estamos saturados el uno del otro. Somos amantes, nos amamos, pero también somos grandes amigos. Cuando llegamos al trabajo enfadados, los compañeros se dan cuenta en seguida. Al final, nos tenemos que reír. Como pienso que no hay nadie imprescindible, yo podría llegar al final de mi vida sin ella. Lo único que pasa es que no tendría ganas de hacerlo.
En la foto le da de comer a nuestro hijo. Es una foto animal, pura, la foto más hermosa posible. Antes de que llegara al mundo aquel homínido superdotado que descubrió el fuego, ya había una mujer dándole de mamar a su hijo. Criar a un niño es caer en la cuenta de que somos más animales de lo que pensamos.
Jamás le he jurado amor eterno. Eso, en mi opinión, es una trampa del cine. No me complico: sencillamente despierto cada mañana y, al verla a mi lado, me digo "la sigo queriendo, es un privilegio que me ofrezca su mano". Y le doy un beso y los buenos días.

martes, 2 de septiembre de 2008

Mi hijo

Lo mío con mi hijo se resume casi fácilmente: PASIÓN. Cuando, con apenas un minuto de vida, lo cogí entre mis brazos supe, con una certeza que jamás tuve sobre otra cosa, que daría mi vida por la suya sin el más mínimo asomo de duda. Olía a su madre, a haber estado dentro de su madre. Su mirada sin contaminar me reconcilia con el mundo cada mañana.
Fue un parto hermoso, como todos los partos. Y es un niño maravilloso, como todos los niños. No voy por la vida de padre especial ni de tener un niño especial. Para cada uno de nosotros, nuestro hijo es el mejor. Es lo mejor. Cuando lo cogí por primera vez, yo que siempre he tenido miedo a coger niños pequeños, supe con una certeza que jamás tuve sobre otra cosa que era imposible que se pudiera caer. Lo protegían mis manos. Mis manos, desde entonces, se dedican a protegerlo.
Supongo que mi hijo aparecerá por este blog en muchas ocasiones. No sé dónde me lleva esta andadura, qué hacer con ella ni hasta dónde me arrastrará. Es por eso que, como siempre que ando perdido, me agarro a mi hijo. Él pone orden. Y desorden: lleva ahora mismo una media hora llorando...el estrés está servido.
Os dejo, voy a ver si lo hago reír. Tengo ganas de reír con él. Sólo una cosa más: su hermano, o hermana, ya viene de camino. Sé, con una certeza que jamás tuve sobre otra cosa, que lo querré tanto como a este gordito de la foto.

Ojú, menos mal

Bien, solucionado. Eso parece al menos. Segundo día de mi blog. He recibido mi primer comentario, mi primera visita. Fernando, Teresa y Carlos me desean suerte. Yo aprovecho para deciros que escucheis Punto Radio siempre que tengais un ratito, pero de modo ineludible cada día, de lunes a sábado, de 12:00 a 14:00. Merece la pena.

Qué lío tengo...

Bueeeno...poquito a poco. Llevo una hora intentando averiguar cómo crear una entrada nueva. Parece que ya dí con la tecla, eso espero. Lo voy a comprobar.

lunes, 1 de septiembre de 2008

El niño de la foto

El niño de la foto es mi hijo. Ahí lo hemos cogido en el principio de lo que en seguida llegó a ser un glorioso corte de mangas. A nadie se lo da, no se lo tomeis a mal, ni a él ni a mí. Supongo que, siendo tan feliz como es, el corte de mangas se lo da, por anticipado, al futuro. Francisco Umbral tiene escrito que un niño es la memoria de lo que fuimos y no recordamos. Yo no lo sé, son palabras hermosas, pero no lo sé.
Lo que sí con toda seguridad es que, con su llegada a mi vida, he olvidado toda la suciedad del mundo. Cuando lo miro, gracias a su mirada, siempre recuerdo que su presencia lo justifica todo.