lunes, 8 de agosto de 2011

La magia de las manzanas



Me dices que cuando lees un texto que te gusta llegas a pensar que es pura magia, que su autor merece tu consideración porque te admira lo que debe haber en el interior de su cabeza para lograr la redacción de ese texto que tanto te ha gustado. Añades luego, mientras calla y escucha quien habla contigo, que si cualquier detalle o despiste provoca que veas el truco utilizado, la magia se rompe, se cae: “si le digo al autor que me ha impresionado su texto, que me ha parecido mágico, y me responde casi con indiferencia o hastío algo así como ah, pues se me ocurrió mientras pelaba una manzana, sólo eso...entonces dejan de gustarme tanto el escrito como su responsable”.

Baraja las cartas. Hazlo tú, yo no las voy a tocar. Mira, llevo un polo de color rosa y mangas cortas. Nada puedo, por tanto, guardar en ellas. ¿Ya has barajado? Escoge una carta, recuérdala y vuelve a introducirla en el montón. Yo no miraré. ¿Ya? Baraja de nuevo. Pon las cartas bocabajo sobre el tapete de la mesa. Piensa en tu carta, no la olvides jamás. Eso es nuclear: la magia pertenece más al recuerdo que al olvido. Haz un corte por donde quieras. Descarta uno de los montones, nos quedaremos sólo con el elegido. Acércate. La magia es más difícil si no estás cerca, si no me quedas a mano. Elije un número del uno al cinco. ¿El cinco? Bien, del montón que nos hemos quedado coge cinco cartas al azar. Ve poniéndolas de izquierda a derecha, bocabajo sobre el tapete. Sigues recordando tu carta, ¿verdad? No la olvides, sólo necesito eso. ¿Crees que la tuya estará entre estas cinco? No me respondas, tu respuesta no modificará el resultado. Si lo crees, todo será más sencillo. Si no lo crees, tendré que concentrarme o redoblar esfuerzos. Pero no variará el resultado: tu carta está ahí, sólo queda señalarla. ¿Estamos en la parte más complicada? No, créeme que no. Lo más difícil fue el principio: barajar. Pon las palmas de tus manos sobre las mías. Sí, así. Déjalas unos segundos, no las muevas. Bien, eres una ayudante de mago perfecta. Ahora me toca hacer a mí. Ya te dije que no tocaría las cartas en ningún momento. No me pierdas ojo. Voy a situar mi mano izquierda, la nuestra, a unos milímetros de cada carta. ¿Ves? No las toco. Sólo necesito unos momentos....otros momentos...levanta la carta número cuatro contando de izquierda a derecha. ¿Es tu carta? ¿Sí?

Ya sabes: nunca olvides que esa es tu carta. Puede que algún día sea la nuestra. Pero sobre todo es la tuya.

Hace años que no pelo una manzana. Como poca fruta. Si pienso en cuál es mi fruta preferida viene a mi mente el melocotón. Pero también hace años que no pelo un melocotón. No tengo muy claro si la fruta y la magia se relacionan íntimamente. La claridad de ideas no aparece entre las numerosas virtudes que me caracterizan. Hace muchos años, para una revista local (local de mi pueblo), escribí artículos bajo el título genérico de “El olvido de la virtud”. El olvido, no recuerdo por qué, siempre ha estado presente entre mis palabras: escogía cinco al azar tras haber barajado y descartado a las demás y luego alguien me obligaba a quedarme sólo con una. Y era el olvido. Descubrí entonces que sería escritor o no sería nada. Luego, mientras las piezas de fruta se aburrían en el frutero, quise también ser mago. Fue un buen modo de luchar contra ese olvido que actuaba como un roto en mis bolsillos. Así, con el tiempo, perfeccionando el juego y creyendo en la ilusión, fueron llegando a mi vida los recuerdos. La magia y los recuerdos miraron cara a cara a mis olvidos. Ahora nos sentamos los cuatro a contarnos viejas anécdotas. Tiene su punto ver cómo el olvido se pone a recordar y cómo no consiguen llegar los recuerdos allí donde el olvido se enroca. La magia media entre ambos. A veces acierta y otras veces no. Yo, mientras tanto, apuro un trago de ron sin hielo ni circunstancias e imagino que soy un barman diestro preparando un daiquiri de fresa. Siempre andando e imaginando entre gerundios y otras drogas. Cosas mías.

La noche avanza y ambos estamos, distanciados, dentro de ella. Yo miro por mi ventana abierta de par en par y rezo para que sople un viento que se lleve con él mis delirios. Te imagino sobre la cintura de la noche e intento hacer eso que me gusta tan poco como la fruta: dormir. A veces lo consigo y otras veces no. Como la magia, tan inestable como garantizada. Contradicciones o paradojas. No lo tengo del todo claro. Al concluir la noche la veo como la peladura de una manzana. Procuro no engañarte y lo voy consiguiendo a pesar de los miedos, las bobadas, las torpezas y todo eso. Odio el paso del tiempo. Dentro de nada, al concluir esta semana cuyo comienzo ha sido hoy inevitable, cada noche será una manzana no mordida. Yo seguiré por aquí, viendo cómo tus manos cruzan por mi ventana y circundan la cintura afilada de la noche.

Nada grave va a suceder. Mi principal enemigo continúa rumiando su derrota y a ti te bastará con no olvidar una carta. ¿Cómo?...¿que te diga como la averigüé?...ah, no, no, no...se rompería la magia.

Y no me compensa ponerme ahora a pelar manzanas.

4 comentarios:

Blimunda dijo...

Prueba hoy a pelar una manzana y no olvides tu carta, nunca.
Luego cómetela, Juanma, que tienen muchas vitaminas.

Mucha fruta y un beso.

Lola Montalvo dijo...

De frutas va la cosa... Da igual la fruta: tú la exprimes siempre y nos das el mejor jugo.
Besos miles

Nieves LM dijo...

y lo mismo piensas ahora que estoy aquí porque un anónimo con nombre pasó por mi ventana, pues no... te leo siempre nada más publicar. ¿Por qué no comento entonces? porque no puedo. No puedo hacer bien un resumen de un libro, ni contar una película en condiciones, esas cosas, el cine, la literatura, me provocan indifencia o emociones, pero no sé comentarlas.
Cuando te leo me emocionas, es todo, como cuando leo a Cortázar, sólo me emociona hasta el hígado, y como poder comentar ni tan siquiera un capítulo de Rayuela, imposible.
Eso es todo, te leo, me emocionas y espero tu próxima entrega con entusiasmo ( ya de la novela ni te cuento, vuelvo a pedirte pistas)
Besos Juanma y aguanta esta caló que nos está derritiendo lo mejor que puedas.

Paloma Corrales dijo...

La magia está contigo, eso es indudable... y yo me voy a tomar un chupito de ron, a ver si algún día memorizo una carta.

Besazo y gracias por ser así.