viernes, 7 de octubre de 2011

Domingo y Adela





Hace un par de noches, mi hijo Domingo (cuatro años y medio de hombrecito) me preguntó sin aviso previo, a bocajarro, qué diferencia había entre maldito y maldición. Y yo, sabiendo qué responderle, dudé entre varias opciones que acudieron a mi cabeza para ayudarme. No recuerdo muy bien mi explicación, pero no debió ser muy clara porque tras concluirla me dijo: ¿me puedes poner un ejemplo?
Entonces le conté que si yo deseaba en aquel momento que mañana él, mientras jugaba en el patio del colegio, se cayera, ese deseo sería una maldición y yo sería un maldito por haberlo pensado. A lo que añadí a continuación que no se preocupara, que yo no iba a pensar ni a desear eso jamás. Él zanjó la tertulia con un simple y contundente: ah, vale.
Y nada más.
Él siguió viendo dibujitos animados.
Yo llené mi copa de vino.
Franciso Umbral, a todo esto, tiene escrito que nuestros deseos nunca se cumplen porque los pedimos. Y los deseos no se piden. Se pide, en todo caso, el objeto deseado. Pero los deseos no se piden, se piensan.
Cosas de literatos, supongo.
El buen uso del lenguaje es algo que ha caracterizado a Domingo desde que hace un par de años aprendió a hablar. Cuando decía algo mal, cuando por ejemplo conjugaba un verbo incorrectamente, yo siempre le decía: perdona, chiqui, pero ese idioma no lo entiendo. Se quedaba entonces pensando y lo habitual era que rectificara con acierto sobre la marcha. El ejemplo más sorprendente fue cuando una vez dijo cabiera, lo miré, le dije que no entendía el idioma y, tras unos segundos en los que se quedó mirando al vacío, acertó en la forma cupiera. Tan cierta la anécdota como cierto es que necesito poner mis dedos sobre un teclado para escribir en este momento estas mismas palabras.
Adela, una mujercita de la que estoy enamorado, tiene un desarrollo lingüístico normal y no excepcional, como ha sido el de su hermano. Ella habla con esa media lengua de los niños de dos años y medio, pero su hermano siempre pareció Demóstenes. Hace unos días, Adela dijo algo mal (no recuerdo qué) y yo, desde la cocina, escuché decir a Domingo: perdona Adela, pero ese idioma no lo entiendo.
Continúe fregando platos y vasos, pero no pude evitar pensar (o desear) que esto de ser padre, al menos hasta la fecha, es algo que no estoy haciendo del todo mal.
La primera idea que me propuse que Adela tuviera clara es que su padre era guapo. Luego, no conforme, la convencí de que es guapísimo. Yo le preguntaba cómo es papá, ella decía apo, yo la miraba enfadado y ella rectificaba con un ilusionado y admirativo ¡ísimo!. No hace mucho me dio por enseñarle algo de urbanidad y le dije que las mujeres limpian y los hombres (con perdón) se tocan los huevos. En fin, no hay quien la saque de esa idea por mucho que su hermano, así es, la reconvenga diciéndole que de eso nada, que limpian los dos.
¿Otra curiosidad? Adela defiende, y eso nadie se lo ha inculcado, que las mujeres sólo beben cocacola y los hombres vino. Nada de intentar lo contrario. Que se enfada.
Domingo habla mejor que muchos adultos que conozco y Adela, cuando conoce algo nuevo, siempre pregunta cómo se llama (aunque ella, más o menos, dice: ¿omo e ama, papi?).
Les gusta el lenguaje y eso nunca es un mal comienzo.
Anda uno alejado de bloguilandia porque estoy en la revisión final de una novelita que he escrito.
Y nada más.
Me apetecía hablar de mis hijos.
A ellos está dedicada la novela.

7 comentarios:

carmen jiménez dijo...

¡Vaya por fin podremosleer tu novela! Avisa porfa.
Y leyendo ese lenguaje tan lindo que los niños utilizan, y leyendo tus anécdotas, me hiciste recordar una sobre la cerveza y la coca-cola. un día uno de los tíos (en sentido genealógico) de mis hijos, pidió una cerveza. Él muy extrañado lo miró sorprendido y le dijo: "Los papás (cosas de niño que creía que todos los hombres eran papás)no toman cerveza. Sólo las mamás.Ejem. Y es que es un gusto poder compartira Domingo y Adela con mi Luquitas.
Un abrazo padrazo!

Laura M. dijo...

Tengo la suerte de conocer al pequeño gran hombre Domingo. Me encanta cuando viene contigo a la radio, desde luego, el desparpajo que tiene no es propio de su edad. Es un cielo !! y ahora que veo la foto del dos, muy guaposss tus nenes. Un saludo

María Socorro Luis dijo...

Tus hijos son preciosos y tu novela será preciosa.

La espero.

Besosporcuatro

Anónimo dijo...

yo tengo tres mujeres en casa y soy yo el que toma coca cola, una de ellas le da a la filología y me corrige a mi, enfin cosas de la vida. un saludo

Lola dijo...

Como le pierde a Domingo la palabreria.Es igualito,igualito que su padre,no podeis imaginar hasta donde puede llegar el parecido.

Perdon por no poner acentos,pero esto de escribir en un movil.....

Besitos a los tres

Leticia dijo...

¿Que las mujeres friegan? ¿Con Cocacola?????? Vaya, vaya,... ísimo!!!!!

JODIDOS (la minina y el sietemesino) dijo...

Buenos días.
Buscando por internet he dado con tu blog y me parece muy interesante.
Aprovecho, con tu permiso, para hacerme seguidor.

Un saludo y muy buen fin de semana.