A veces me cansan tanto las obviedades y lugares comunes que termino sucumbiendo a ellos. Lo hago por pereza, por desgana, por no tener que sumar los míos a los argumentos que hay en contra o a favor de algo. Aquello que cantaba Serrat: “vencer la tentación sucumbiendo de lleno en sus brazos”.
La Navidad, tan exagerada ella para todo, es terreno perfectamente preparado y abonado para que crezcan estos lugares comunes. Que si el consumo es desmesurado, que si todos nos volvemos tan buenos que merecemos la beatificación, que si la familia unida jamás será vencida, que si tantas luces es un derroche energético y económico, que si los recuerdos duelen más que en cualquier otra época del año, que si hay que comprar regalos incluso para el vecino del primero (que es un malage), que si comemos tanto que parece que nunca lo hayamos hecho, o que nunca más lo volveremos a hacer…bla, bla, bla. Obviedades todas que, por ciertas, son difícilmente criticables.
Y sin embargo…se mueve: cada año que pasa me gusta más la Navidad. Será por ir contracorriente, no digo que no, que me pone bastante. Será por lo que tenga que ser, me estaré dejando engañar, me estaré fundiendo en la masa y convirtiendo en una persona sin juicio crítico, a lo mejor todo esto pasa cuando uno va formando su propia familia, o quizá sea que me siento joven, pero no lo soy y, sin caer en la cuenta, comienza a brotar en mí el viejo ñoño en el que seguro me convertiré. Lo cierto es que a mí, todo esto, me importa esa medida que, por escasa, es irrelevante y hemos dado en llamar “un comino”.
Sólo un detalle me hace temblar: aunque parezca lo contrario, no es Navidad para la mayoría de los habitantes del mundo. No lo es para los millones de personas que pasan hambre o frío, para los que viven en guerra. Si hay algo que no perdono a los políticos es que nos creen cargos de conciencia, que nos hagan pensar que nosotros podemos hacer algo para que el mundo sea mejor. Mentira. Podremos poner parches que serán bienvenidos (la admiración que siento por las personas que hunden sus manos en la mierda con tal de sacar una sonrisa o un plato de comida para quien lo necesite, es profunda), pero nada más. El mundo va a peor, no creo que haga falta poner ejemplos. Y no tenemos culpa de nada. El montante económico que supone, por ejemplo, poner un satélite en órbita (que sí, que será muy necesario, ya lo sé) bastaría para solucionar la miseria de unos cuantos países. Y no creo que ninguno de nosotros apretemos los tornillos de ese cacharro que nos servirá para saber qué tiempo hará en nuestras vacaciones o si, llegado el caso, podremos beber un buchito de agua en Marte.
No sé si lo que voy a contar ya lo he escrito en este blog, en algún comentario a mis amigos o en otro lugar. En algún sitio está: hace un par de años la televisión emitía un anuncio en el que se nos decía que unos cuantos miles de niños de un país sudamericano (ni recuerdo el número exacto ni el país) no iban a la escuela; “que vayan mañana depende de ti”, concluía la voz en off. ¿Se puede ser más miserable que la persona que ideó ese anuncio? Si lo tuviera a mi lado lo zarandearía y le diría: “no, so pedazo de cabrón, si dependiera de mí irían mañana y habrían ido ayer. Por desgracia, no depende de mí, no me toques los cojones de este modo tan rastrero”. Que nos coman lo que nos tengan que comer, pero no la moral: el mundo es una mierda por culpa de los gobiernos (meras comparsas, por otra parte) y por culpa de los poderes tan oscuros que, aunque los imaginemos, jamás llegaremos a ver.
Así que, para mí, eso es lo que hay. Me sacudo la culpa. Y, tras hacerlo, mi mano siempre está abierta para toda persona que me encuentre en el camino y la necesite. Pero eso no me hace mejor persona, ni siquiera me hace sentirme mejor persona.
En la vida, sólo presumo del pedazo de hijo que tengo (y, a partir de Febrero, de hija también). Afuera parte, sanseacabó. Quizá sea por él, por su cuerpecito tan pequeño donde aún no cabe, ni ha llegado, la contaminación, que este año me siento tan navideño. Así que nada, que deseo a todos mis amigos de bloguilandia un calor navideño similar al que, acurrucados al amanecer en la cama, compartimos mi hijo y yo.
FELIZ NAVIDAD.
La Navidad, tan exagerada ella para todo, es terreno perfectamente preparado y abonado para que crezcan estos lugares comunes. Que si el consumo es desmesurado, que si todos nos volvemos tan buenos que merecemos la beatificación, que si la familia unida jamás será vencida, que si tantas luces es un derroche energético y económico, que si los recuerdos duelen más que en cualquier otra época del año, que si hay que comprar regalos incluso para el vecino del primero (que es un malage), que si comemos tanto que parece que nunca lo hayamos hecho, o que nunca más lo volveremos a hacer…bla, bla, bla. Obviedades todas que, por ciertas, son difícilmente criticables.
Y sin embargo…se mueve: cada año que pasa me gusta más la Navidad. Será por ir contracorriente, no digo que no, que me pone bastante. Será por lo que tenga que ser, me estaré dejando engañar, me estaré fundiendo en la masa y convirtiendo en una persona sin juicio crítico, a lo mejor todo esto pasa cuando uno va formando su propia familia, o quizá sea que me siento joven, pero no lo soy y, sin caer en la cuenta, comienza a brotar en mí el viejo ñoño en el que seguro me convertiré. Lo cierto es que a mí, todo esto, me importa esa medida que, por escasa, es irrelevante y hemos dado en llamar “un comino”.
Sólo un detalle me hace temblar: aunque parezca lo contrario, no es Navidad para la mayoría de los habitantes del mundo. No lo es para los millones de personas que pasan hambre o frío, para los que viven en guerra. Si hay algo que no perdono a los políticos es que nos creen cargos de conciencia, que nos hagan pensar que nosotros podemos hacer algo para que el mundo sea mejor. Mentira. Podremos poner parches que serán bienvenidos (la admiración que siento por las personas que hunden sus manos en la mierda con tal de sacar una sonrisa o un plato de comida para quien lo necesite, es profunda), pero nada más. El mundo va a peor, no creo que haga falta poner ejemplos. Y no tenemos culpa de nada. El montante económico que supone, por ejemplo, poner un satélite en órbita (que sí, que será muy necesario, ya lo sé) bastaría para solucionar la miseria de unos cuantos países. Y no creo que ninguno de nosotros apretemos los tornillos de ese cacharro que nos servirá para saber qué tiempo hará en nuestras vacaciones o si, llegado el caso, podremos beber un buchito de agua en Marte.
No sé si lo que voy a contar ya lo he escrito en este blog, en algún comentario a mis amigos o en otro lugar. En algún sitio está: hace un par de años la televisión emitía un anuncio en el que se nos decía que unos cuantos miles de niños de un país sudamericano (ni recuerdo el número exacto ni el país) no iban a la escuela; “que vayan mañana depende de ti”, concluía la voz en off. ¿Se puede ser más miserable que la persona que ideó ese anuncio? Si lo tuviera a mi lado lo zarandearía y le diría: “no, so pedazo de cabrón, si dependiera de mí irían mañana y habrían ido ayer. Por desgracia, no depende de mí, no me toques los cojones de este modo tan rastrero”. Que nos coman lo que nos tengan que comer, pero no la moral: el mundo es una mierda por culpa de los gobiernos (meras comparsas, por otra parte) y por culpa de los poderes tan oscuros que, aunque los imaginemos, jamás llegaremos a ver.
Así que, para mí, eso es lo que hay. Me sacudo la culpa. Y, tras hacerlo, mi mano siempre está abierta para toda persona que me encuentre en el camino y la necesite. Pero eso no me hace mejor persona, ni siquiera me hace sentirme mejor persona.
En la vida, sólo presumo del pedazo de hijo que tengo (y, a partir de Febrero, de hija también). Afuera parte, sanseacabó. Quizá sea por él, por su cuerpecito tan pequeño donde aún no cabe, ni ha llegado, la contaminación, que este año me siento tan navideño. Así que nada, que deseo a todos mis amigos de bloguilandia un calor navideño similar al que, acurrucados al amanecer en la cama, compartimos mi hijo y yo.
FELIZ NAVIDAD.
17 comentarios:
Felices Fiestas también para ti y que este año que va a comenzar te colme de felicidad junto a los tuyos que ya veo tendrán un miembro más.
Un fuerte abrazo.
Juanma, eres un pedazo de padrazo, un estupendo escritor, y un amigo de esos a los que me encantaría dar un buen achuchón. Gracias por todo, por compartir conmigo versos y prosas, por estar ahí, por dejarnos conocerte. Disfruta de tu estupenda familia y recibe otro fuerte abrazopara ti y los tuyos.
PD. Ya me lo ha avisado Carmen así que intentaré escucharte , me hace mucha ilusión.
Aprovecho para desearte felicidades, a tí, a los tuyos, a tu niño(s) especialmente, a tus oyentes y lectores...
La Navidad es de los niños, únicos capaces de comprender desde su imaginación e inocencia lo que queda de ella. Vale la pena el esfuerzo por que les dure algo esa ilusión.
Antonio
Juanma, coincido contigo casi en todo. En lo que no coincido es en que yo ya tengo cuatro hijas. Y la navidad me gusta, lo confieso y pido perdón (o no), qué le vamos a hacer. Un abrazo y muy felices navidades, amigo.
Feliz Navidad y que el año que viene las cosas buenas se te multipliquen (como los niños, también las alegrías y los cariños). Saludos.
Genial tu entrada, querido Juanma. A mí también me gusta la Navidad. Qué le vamos a hacer. Como no te veré el miércoles, felices fiestas también para ti. Eso sí, tu nuevo punto de sutura no me lo pierdo. Te escucharé desde tierras extremeñas. Un abrazo enorme.
Puede que yo sea una oveja negra, pero la Navidad no me gusta mucho, me pone triste ya que a mi cabeza, que no para en todo el día de dar vueltas, llegan muchos recuerdos de otras Navidades.
¿Te acuerdas cuando creastes tu blog y te ayudé en ello?
Pues en el Nuevo Año quiero seguir leyéndote como hasta ahora.
Muchas, muchas Felicidades y un besote muy grande.
Como decía la voz en off: "que vengan mañana depende de ti". Seguro que escribiendo así somos muchos los que seguiremos viniendo. A mi me encanta la Navidad aunque este año no la pueda disfrutar como otras, pero la busco en los pequeños corazones, en las inocentes miradas de los niños que nos hacen ver un mundo muy distinto al que intentamos construir con nuestras miserables y contaminadas manos. No pierdas nunca el abreojos Juanma, y síguelo ofreciendo cuando nos veas desfallecer.
Feliz Navidad y un beso enorme para ti y tu gran familia.
Gracias por la propina que has dejado en la taberna ¡Boteeeee!
Y no por el halago, sino porque esas palabras me han traído a tu rincón. Sólo he leído esta entrada. De momento. Pero ha sido suficiente para tomar nota, afilar la tiza y apuntarte en la pizarra de la taberna. Muchas veces he criticado ese chantaje emocional que usan para intentar comprar nuestras conciencias y he pensado eso de pedazo de cabrón.
Magnífica entrada y mejor blog. Enhorabuena y felices fiestas a ti y a los tuyos.
Un abrazo
Muy bonito. La Navidad con niños siempre es más bonita.
Disfruta.
Y prepárate, mi niño, el más pequeño nació en Febrero y cabezota es a más no poder...
Me encanta como transmites la felicidad que sientes en tu casa, con tu familia.
Es muy hermoso.
¡FELIZ NAVIDAD!
Bueno sólo quería felicitaros a todos una FELIZ NAVIDAD, espero y deseo que la luz del mundo que va a nacer, deje todo el brillo de su amor en cada uno de vuestros corazones, para que en estos días meditemos cual es el verdadero sentido de la Navidad, y al descubrirlo podamos llevarlo a la práctica todos y cada uno de los días de nuestras vidas.
Magnífica entrada Juanma. Hago mías tus palabras, pero sobre todo, hago míos tus sentimientos. El mundo es muy grande. Demasiado grande para ignorarlo.
A mi me gusta la Navidad. Siempre me ha gustado. Y este año vuelve a cobrar una importancia añadida. Los niños hacen que así sea. Lo iluminan todo. Por cierto, enhorabuena por esa bebé en camino y todos mis achuchones para tu pequeño.
Espero impaciente tu próxima entrada de viva voz.
Feliz Navidad.
Amén querido amigo.
Cada año me hago la misma reflexión que tu tan acertadamente haces al principio de tu entrada.
Para caer en lo segundo que comentas, me uno a la masa sin rechistar. Mi mujer y mi hija son felices de este modo y yo en simpleza no he sabido encontrar motivo para mi alegría que no sea verla dibujada en los rostros de los que quiero.
Alegremente y sin a penas pestañear estamos escuchando unas cifras que llegarán a los bancos para que se recuperen de esta crisis, una forma de alimentar el sistema económico para se reactive.
Estas mismas cantidades amortiguarían de una forma muy notoria el efecto del hambre en el Mundo.
Y nuestros políticos se dedican a tirarse piedras los unos a los otros.
Te deseo lo mejor en estas fiestas, pero de corazón te digo, que hoy vuelve a ser un día triste para mí y lo seguirá siendo hasta que un solo niño pase hambre en este mundo.
El Dios que nace hoy, es un Dios compartido, no es un Dios de unos pocos. En la tristeza de los que sufren está nuestro verdadero Mesías y no en una cena ostentosa y abundante.
Espero que algún día no muy lejano cambie de dinámica este Mundo cruel y que sea justo, como fue justo el que abrió los brazos en un triste madero.
Un abrazo amigo y gracias por estar siempre presente.
Felices fiestas Juanma. Y muchas gracias por regalarnos entradas y momentos tan maravillosos como éste.
Saludos.
Estaba casi segura de que habìa pasado por aquì a dejarte un abrazo y mi saludo navideño.Tambièn s desearte felicidad, aunque veo que ya la tienes toda. Es cierto lo que decìs,cuando a uno se le acurrucan los al despertar, de mañana, entonces uno siente que se le renace la esperanza cada dìa, y tambièn que todo vale la pena. ¡¡¡Felicidades!!!
Quis decir "a dejarte", "se le acurrucan los niños".
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